Darío Hernández Tonzán
EVENTO REALIZADO
EXPOSICIÓN
«Tus gestos te sobrevivirán. Su origen es inmemorial, su duración escapa a los cronómetros. No caerán donde caigas, no hay pala ni palo que los fije a una parcela.
Las tumbas son cajas abiertas. Los gestos nos poseen, nos asedian. Son a la historia humana lo que los fósiles son a la historia de la tierra. Instrumentos de la reminiscencia, operadores de la transfiguración. Si hay que leer aquello que todavía no fue escrito, como se lee en las entrañas de los animales, la danza y las estrellas, entre lo visceral y lo sideral está el gesto, la marca humana anterior a la fórmula retórica, resistente a la política.»
Didi-Huberman, G., Ninfa dolorosa: Essai sur la mémoire d’un geste, 2019
De lo sideral a lo visceral plantea una atmósfera narrativa que reflexiona sobre los conceptos de memoria, identidad y violencia.
Las piezas de la instalación conectan cuestiones como lo indeterminado o siniestro en contraste con lo inocente, íntimo y vulnerable. Haciendo uso de un lenguaje en ocasiones ambiguo, la instalación apela a las relaciones afectivas, lo que acecha, la memoria, lo identitario y lo extrañante (impropio, ajeno).
Mediante materiales disímiles como telas, hilos, cuerdas, imágenes o papel, y un proceso de creación híbrido con el bordado, el dibujo, lo audiovisual o musical, las obras generan un espacio íntimo recordando a una habitación, un espacio de pausa. La afectividad de lo textil convive con otros materiales como la parafina y el acetato. Los motivos transparentes de los materiales plantean una situación umbral: ese algo que ya no es y a su vez, está por ser. Lo audiovisual interactúa con lo escultórico a través de la proyección, que no cuenta con una temporalidad implícita. Es el espectador quien determina la duración de esta. Se plantean posibles pasados y futuros que acechan en el momento en el que nos detenemos a visualizar o escuchar este diálogo. La narrativa no es clara, está difuminada, tupida y velada, en ocasiones un elemento toma el control sobre otro, los fragmentos de audio se solapan, dividen y repiten dejando o bloqueando el paso a la imagen, o a la propia escultura.
A modo de «fragmentos», lo sideral entendido como la conformidad entre diferentes motivos, en este caso afectivos, pasa a conformar lo visceral, siendo esta adhesión la respuesta emocional relacionada con los vínculos que formamos. También se cuestiona el papel que desempeñan las conexiones que generamos con los objetos que nos rodean, recurriendo a una búsqueda de la sensibilidad dentro de conceptos como lo liminal o atemporal.
La intencionalidad es generar puntos de encuentro afectivos entre los espectadores y sus propias experiencias vitales, entendiendo lo afectivo como algo que puede ser liminal.
Darío Hernández Tonzán (Logroño, 2002) actualmente cursa cuarto curso de Bellas Artes en la Universidad de Salamanca bajo la mención de escultura.
A través de su obra, reflexiona a cerca de los diálogos que se forman en torno a la relación de la memoria, los afectos, lo íntimo, la violencia, el conflicto, la pérdida y la identidad. Su trabajo comprende un amplio abanico de soportes, desde lo audiovisual, el dibujo, la escultura, la pintura y la música, conectándolo todo bajo un contexto generalmente instalativo.
El eje central de su investigación se basa en la relación de las imágenes con el sujeto, jugando con las poéticas visuales a través de las conexiones afectivas, cuestiona y pone en valor el papel que estas desempeñan en nuestra vida, identidad y autoconocimiento. Bajo una estética de carácter infantil, usando motivos textiles e imágenes ambiguas, su trabajo plantea una búsqueda de la sensibilidad dentro de paisajes liminales o atemporales, apelando a posibles pasados y futuros que permiten que el público proyecte y reflexione acerca de sus propias experiencias vitales. Su trabajo artístico ha sido reconocido en premios como la XXVI edición de los Premios San Marcos de la Facultad de Bellas Artes de Salamanca. La pieza audiovisual premiada en este certamen fue expuesta en mayo de 2023 en la exposición colectiva del Domus Artium 2002.
